Escribir una carta sin intención de enviarla —a alguien que te dolió, a ti mismo del pasado o a una situación que aún te pesa— es una herramienta terapéutica poderosa. Te permite expresar emociones reprimidas sin miedo a consecuencias o juicios.
Al vaciar lo que sientes en papel, tu cerebro libera tensión emocional acumulada. Es similar a una “limpieza mental”: reduces el ruido interno y entiendes mejor lo que te duele o te incomoda.
Después de escribirla, puedes guardarla o romperla; lo importante ya se hizo. Lo que callaste encontró salida.
– Por Paco Corral
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