No necesitas levantarte a las 5:00 a.m. ni seguir rutinas imposibles para tener una mañana productiva. Lo que realmente importa es crear rituales personales que te preparen mental y emocionalmente para el día. Puede ser algo tan sencillo como tender la cama, tomar un vaso de agua al despertar o dedicar cinco minutos a planear tus prioridades.
Estudios de la Universidad de Harvard han mostrado que los primeros 90 minutos después de despertar influyen directamente en el nivel de concentración y ánimo del resto del día. Por eso, evitar revisar el celular de inmediato y empezar con actividades que te centren —como estirarte, escribir o escuchar música suave— puede marcar la diferencia.
Los rituales matutinos no se tratan de disciplina extrema, sino de intención. Son pequeñas acciones que te recuerdan que tú tienes el control de cómo comienza tu jornada. Y cuando inicias con calma y propósito, el resto del día fluye con más claridad y energía.
– Por Paco Corral
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