Cuando pensamos en hacer ejercicio, lo primero que viene a la mente es la idea de mejorar físicamente: bajar de peso, ganar fuerza o tener más resistencia. Pero la realidad es que moverte de forma constante también transforma tu mente. Según la Harvard Medical School, la actividad física regular estimula la producción de endorfinas, serotonina y dopamina, neurotransmisores directamente relacionados con el bienestar emocional y la reducción del estrés.
Además, el ejercicio ayuda a regular el sueño, mejora la concentración y reduce los niveles de ansiedad. Incluso se ha comprobado que caminar tan solo 20 minutos al día puede reducir el riesgo de depresión. Más allá de los beneficios fisiológicos, el movimiento genera una sensación de control sobre uno mismo. Establecer metas, ver avances y mantener la disciplina impacta de manera directa en la autoestima y la confianza personal.
Y aunque muchos lo asocian con gimnasios o rutinas intensas, basta con elegir una actividad que te haga sentir bien: bailar, andar en bicicleta, hacer yoga o simplemente salir a caminar. Lo importante no es el tipo de ejercicio, sino hacerlo parte de tu día a día como un acto de amor propio.
Por Paco Corral
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