Saber hacer pequeñas reparaciones —cambiar una llave, ajustar una bisagra, arreglar un enchufe sencillo o revisar la presión de las llantas— tiene un impacto directo en la sensación de independencia. Resolver estos problemas por ti mismo reduce el estrés inmediato y evita gastos innecesarios, pero también genera una sensación de competencia personal muy poderosa.
Desde el punto de vista psicológico, arreglar algo con tus manos refuerza la autoeficacia: la creencia interna de que puedes enfrentar y resolver situaciones prácticas. Esta seguridad suele trasladarse a otras áreas de la vida, como el trabajo o la toma de decisiones importantes.
No se trata de convertirte en experto, sino de conocer lo básico. Cada problema resuelto fortalece la idea de que puedes cuidar tu entorno y responder mejor ante lo inesperado.
– Por Paco Corral
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