No hablamos solo de ruido físico, sino del ruido mental: notificaciones, mensajes, pantallas encendidas, música permanente y conversaciones de fondo. El cerebro humano no está diseñado para procesar estímulos continuos sin descanso. Exponerte constantemente a ruido reduce la concentración, eleva el estrés y dificulta el descanso mental.
Crear momentos de silencio —aunque sean breves— ayuda a regular el sistema nervioso. El silencio permite que el cerebro baje revoluciones, ordene pensamientos y recupere energía cognitiva. Por eso muchas personas sienten alivio inmediato al apagar todo durante unos minutos.
Reducir el ruido no implica aislarte del mundo, sino elegir cuándo y cómo quieres recibir estímulos. El silencio también es una forma de autocuidado.
– Por Paco Corral
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