Comer saludable muchas veces se asocia con rigidez, dietas estrictas o sacrificios. Pero existe una técnica flexible: el “sándwich inverso”. Consiste en estructurar tus comidas de modo que primero comes lo que más te nutre (vegetales, proteínas, agua), y al final permites un pequeño gusto —una porción reducida de algo que te gusta—.
Este método funciona porque prioriza la nutrición y satisface el gusto sin exceso. Al llenar primero el cuerpo con nutrientes, se reduce la ansiedad por lo dulce o lo grasoso. Además, el pequeño gusto final tiene un efecto psicológico positivo: no sientes que estás “privándote”, sino que estás disfrutando con moderación.
La clave está en la proporción: que la base nutritiva represente al menos el 70–80 % de lo que comes. Esa flexibilidad permite mantener hábitos saludables sin sentir frustración ni culpa.
– Por Paco Corral
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