Aprender un idioma va más allá de sumar una habilidad al currículum: tiene beneficios neurológicos comprobados. Al enfrentarse a nuevas estructuras gramaticales y vocabulario, el cerebro se vuelve más flexible, lo que mejora la memoria y la capacidad de resolución de problemas. Incluso se ha visto que las personas bilingües tienden a desarrollar más tarde enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
Además, aprender una lengua abre puertas a nuevas culturas y formas de pensar. No solo facilita la comunicación, sino que también expande la perspectiva del mundo, fomenta la empatía y conecta con experiencias más enriquecedoras al viajar o trabajar. Practicar diariamente, aunque sea con 10 minutos de aplicaciones móviles, puede marcar una gran diferencia a largo plazo.
Por Paco Corral
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