El descanso no solo depende de la cantidad de horas que dormimos, sino también de cómo nos preparamos para dormir. Los rituales nocturnos, como leer un libro, tomar una infusión relajante o practicar respiraciones profundas, ayudan a enviar señales al cerebro de que es hora de desconectar. Establecer rutinas claras contribuye a conciliar el sueño más rápido y a mejorar su calidad.
Además, los rituales nocturnos actúan como un momento de autocuidado. En vez de usar el celular hasta quedarse dormido, lo cual altera la producción de melatonina, se pueden realizar actividades que promuevan la calma. Dormir mejor no solo incrementa la energía, también impacta en la memoria, el humor y la capacidad para tomar decisiones. Cuidar este espacio es invertir en un estilo de vida más equilibrado.
Por Paco Corral
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