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Ajedrez a distancia en 1844 fue posible de esta manera

El 18 de noviembre de 1844, el Washington Chess Club desafió a sus homólogos de Baltimore a una partida. Nada fuera de lo común, salvo por un detalle: los jugadores de Baltimore seguían en Baltimore, y los de Washington permanecían en su ciudad, separados por una distancia de unos 60 kilómetros.

La hazaña fue lograda gracias al Internet de la época: el telégrafo eléctrico. Y tan solo seis meses después de que Samuel Morse inaugurara la primera línea telegráfica de Estados Unidos con el mensaje “¿Qué ha forjado Dios?”.

El origen de una idea. Tal y como relata IEEE Spectrum, todo comenzó días antes con una partida de damas. El 15 de noviembre, Alfred Vail, asociado de Morse en Washington, propuso a Henry Rogers en Baltimore jugar mediante el telégrafo. Rogers ideó un sistema de cuadrados numerados para comunicar las posiciones, y pronto la idea evolucionó hacia el ajedrez, momento en el que ambos clubes se retaron desde sus respectivas ciudades.

Un sistema ingenioso para transmitir jugadas. Vail y Rogers asignaron un número único a cada una de las 64 casillas del tablero. De esta manera, cada turno se resumía en transmitir dos números mediante el telégrafo. En este sentido, el ajedrez resultaba ideal para una prueba con dicho aparato, pues requiere poca información por movimiento y no necesita un canal de comunicación complejo.

Durante las partidas se transmitieron 686 movimientos sin apenas errores, según registró Vail en su diario del telégrafo magnético, que ahora se conserva en el Smithsonian.

Más que un simple entretenimiento. Aunque comenzó simplemente como una prueba desembocada en un pequeño placer privado entre dos entusiastas, el ajedrez telegráfico pronto captó la atención pública y política. Orrin S. Wood, operador de telégrafo, escribió a su cuñado el 5 de diciembre de 1844 sobre la “considerable emoción” que generaban estas partidas, añadiendo que muchos congresistas parecían interesados.