En el corazón de la ranchería Jiménez en el Municipio de Nacajuca, donde las tradiciones aún laten con fuerza, Don Ausencio de la O Peralta ha dedicado los últimos 19 años de su vida a una labor que trasciende lo cotidiano: la elaboración artesanal de velitas de sebo, una práctica ancestral que en octubre cobra vida con intensidad.
Desde las primeras horas de la madrugada hasta bien entrada la noche, Don Ausencio y su familia se sumergen en un proceso metódico, casi ritual, para producir entre 6,000 y 7,000 macitos de velas durante el mes. Cada vela es moldeada con paciencia, conocimiento y respeto por una costumbre que se niega a apagarse.
A pesar de los desafíos que el tiempo impone —el desgaste físico, los riesgos del oficio, y las exigencias del proceso— la familia de Don Ausencio se mantiene firme, unida por el amor a sus raíces. Cada miembro tiene una tarea asignada: desde el manejo del sebo hasta el enfriado y empaquetado, todos contribuyen con esmero, conscientes de que están preservando una herencia invaluable.
Lo más conmovedor es que esta tradición no se queda en manos de una sola generación. Los hijos de Don Ausencio han crecido entre aromas de tradición y madrugadas de trabajo, aprendiendo el arte con respeto y dedicación. Hoy, ellos también son guardianes de esta luz que no se extingue.
En tiempos donde lo artesanal lucha por mantenerse vivo, historias como la de Don Ausencio nos recuerdan que la grandeza de un pueblo también se mide en las pequeñas llamas que iluminan su identidad.
