Como ejemplo de su legado, la casa de Rafael Urzúa puede entenderse como un autorretrato.
La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), a través de la Dirección de Arquitectura y Conservación del Patrimonio Artístico Inmueble, organizaron este 10 de septiembre, en el Palacio Postal, el conversatorio Tradición y modernidad. El legado de Rafael Urzúa en el patrimonio moderno, dedicado a reconocer la trayectoria y aportaciones de Rafael Urzúa.
El encuentro contó con la participación de Agustín Elizalde Urzúa, socio fundador y director creativo de Estudio Pomelo, egresado de Arquitectura del ITESO y profesor en el Tecnológico de Monterrey, ITESO y la Escuela Superior de Arquitectura; y de Francisco Gutiérrez Peregrina, arquitecto del ITESO con posgrado en Restauración de Monumentos por la Universidad de Guanajuato, miembro de la Academia Nacional de Arquitectura de Guadalajara.
El conversatorio estuvo dedicado a la trayectoria del arquitecto Rafael Urzúa, en el que se recordaron también sus pasiones personales. Desde pequeño mostró interés por las artes, pues deseaba ser pintor. Gracias a su dedicación consiguió un lugar como auxiliar en revistas, donde fortaleció sus técnicas para retratar lo que observaba, explorando medios como el óleo y la fotografía.
Al ingresar a la universidad comenzó sus estudios como ingeniero civil, pero más tarde decidió especializarse en Arquitectura. A partir de entonces desarrolló una visión particular del espacio como objeto arquitectónico, combinando creatividad artística y funcionalidad técnica.
“Su pasión por el patrimonio cultural arquitectónico lo llevó a ser considerado uno de los cuatro mejores arquitectos del país”, señaló su nieto, Agustín Urzúa, al destacar su legado de una arquitectura cálida y humana.
Como ejemplo de su legado, la casa de Rafael Urzúa puede entenderse como un autorretrato. En ella se asimila, en tiempo presente, la nostalgia y el reconocimiento de las ruinas dentro de una nueva composición.