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¿POR QUÉ NO SE OLVIDA EL 2 DE OCTUBRE DE 1968?: DE LA CIUDADELA A TLATELOLCO, CONOZCA LOS ESPACIOS DE LA REPRESIÓN ESTUDIANTIL Y LA DISPUTA POR LA MEMORIA EN CDMX

El 2 de octubre de 1968, Tlatelolco se convirtió en el escenario de una tragedia que marcó un antes y un después en la historia política y social de México. Aunque esa fecha está grabada en la memoria colectiva por la matanza ocurrida en la Plaza de las Tres Culturas, el dolor del 2 de octubre no se limitó a este espacio. La Ciudad de México fue testigo de otras violencias que, aunque menos recordadas, también jugaron un papel crucial en la represión del movimiento estudiantil.

Para entender este capítulo de la historia, debemos retroceder a los años previos, cuando la opresión del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz fue la respuesta sistemática a las protestas sociales. El clima de persecución y censura marcó la década de los 60, un período en el que el Estado trató de silenciar las voces disidentes, especialmente las de los estudiantes. Estos, motivados por la lucha por la libertad y la democracia, se levantaron en protesta contra un sistema autoritario.

En la Plaza de la Ciudadela, el primer choque entre estudiantes del IPN y la UNAM dio inicio a una ola de enfrentamientos. La represión no se detuvo ahí: el Casco de Santo Tomás, Ciudad Universitaria, y el Zócalo capitalino también fueron escenarios de violencia. Los estudiantes, organizados en el Consejo Nacional de Huelga, llegaron a Tlatelolco con la esperanza de un cambio, pero lo que encontraron fue la brutalidad del ejército.

El 2 de octubre, en cuestión de minutos, la plaza se transformó en un campo de batalla. El Ejército, que había rodeado el lugar, disparó indiscriminadamente contra la multitud. Muchos nunca salieron con vida. La cifra exacta de muertos sigue siendo un misterio, ya que el gobierno ocultó la verdad, pero los testimonios de aquellos que sobrevivieron han dejado claro que, más que un enfrentamiento, se trató de un crimen de Estado premeditado.

A 57 años de aquel suceso… más de medio siglo después, el dolor sigue vivo, y las estelas de aquellos hechos resuenan en cada rincón del país. La impunidad prevaleció, pero la memoria colectiva nunca ha dejado de exigir justicia. En Tlatelolco, la estela de los caídos permanece, recordando a todos que el 2 de octubre no se olvida, y que el sacrificio de esos jóvenes debe ser un faro para la lucha constante por la democracia y la justicia en México.