El 4 de diciembre reúne dos momentos decisivos que cambiaron la vida política y social del país. Por un lado, marca el día en que México dio un paso firme hacia la modernidad jurídica; por el otro, recuerda una alianza que transformó el rumbo de la Revolución. Ambos hechos comparten una misma característica: fueron decisiones que redibujaron el mapa del poder en su tiempo.
En 1860, Benito Juárez promulgó la Ley de Libertad de Cultos, un decreto que abrió las puertas a la convivencia religiosa en un país que, hasta entonces, vivía bajo un modelo único y obligatorio. Esta decisión no solo buscó separar las estructuras civiles de las eclesiásticas, sino que también representó un mensaje contundente sobre el derecho a creer —o no creer— sin imposiciones del Estado.
Medio siglo después, en 1914, otro acontecimiento volvió a sacudir la historia nacional: el histórico Pacto de Xochimilco entre Francisco Villa y Emiliano Zapata. Este encuentro selló una alianza estratégica en plena Revolución Mexicana, uniendo a dos de los líderes más influyentes del movimiento. Con visiones distintas pero un enemigo común, ambos jefes acordaron coordinar fuerzas para consolidar la lucha armada y avanzar hacia un proyecto más justo para el país.
