En la tradición sueca, el Tomte también llamado “Santa Sueco” es un pequeño ser mágico que habita las granjas y protege los hogares durante las frías noches de invierno. De aspecto menudo, barba blanca y gorro rojo, representa el espíritu del primer habitante del terreno, aquel que trabajó la tierra y cuidó de los animales con dedicación. Su presencia simboliza la conexión entre las personas, la naturaleza y el respeto por el trabajo diario.
Originario de Suecia y extendido por toda Escandinavia, el Tomte no es un Santa Claus moderno, sino una figura ancestral que encarna la tradición campesina. Se dice que vigila los establos, protege a los animales y ayuda con las labores del hogar cuando todos duermen. Sin embargo, es de carácter impredecible: puede ser amable si se le honra con un cuenco de gachas con mantequilla, pero también travieso si se le falta al respeto o se le olvida en las fiestas de invierno.
Con el paso del tiempo, este pequeño guardián se convirtió en símbolo de la Navidad nórdica, conservando su esencia de protector silencioso y trabajador incansable. Hoy, el Tomte sigue siendo un recordatorio de que la gratitud y la armonía con la naturaleza son valores que trascienden generaciones y fronteras
