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EL SABOR DE LA MEMORIA EN CADA REGIÓN DE OAXACA

El pan de muerto en Oaxaca es mucho más que un alimento; es una manifestación cultural que guarda el espíritu de cada comunidad. Desde la Mixteca hasta el Istmo, cada región hornea su propia versión del pan que honra a los difuntos, combinando ingredientes, formas y símbolos únicos. En los Valles Centrales, por ejemplo, el pan de carita y el pan de yema se destacan por sus decoraciones coloridas y sus caritas de migajón, representando con ternura a quienes ya partieron.

Más al norte, en la Cañada, el pan de ánimas perfuma las ofrendas con canela y panela, mientras que en la Sierra Mazateca el nioxtila chojta, elaborado en horno de leña, conserva su esencia ancestral con anís y vainilla. En el Istmo, la creatividad se desborda con figuras como el pan de sirena, dedicado a los “dueños del agua”, y el marquesote, un bizcocho decorado con betún blanco que lleva grabado el nombre del difunto, símbolo del respeto y la conexión espiritual con los antepasados.

En la Costa y la Sierra Sur, el pan de muerto tradicional y el pan corriente son los protagonistas de los altares, compartiendo espacio con el café negro y las velas encendidas. Así, cada pan cuenta una historia, una tradición y una forma de amor. Oaxaca, con su diversidad panadera, nos enseña que la muerte no se llora: se recuerda, se comparte y, sobre todo, se celebra con aroma a leña y azúcar.