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CELEBRAR A LOS “ANGELITOS” VIDA QUE NO SE APAGA

El primero de noviembre, muchas familias abren sus corazones para recordar a los niños que ya no están entre nosotros. En diferentes culturas latinoamericanas, este día es conocido como el de los “angelitos” o niños fallecidos, una jornada en la que los seres queridos evocan su presencia a través de altares, flores, dulces y oraciones. No es solo una jornada de tristeza, sino también de esperanza: un momento para sentir que el lazo con esos pequeños sigue vivo en el recuerdo.

Para muchas comunidades, construir un altar dedicado a esos niños es un acto cargado de significado. Se colocan fotografías, juguetes, ropitas, velas y golosinas que representaban sus gustos y pasiones. Con ello se busca traer un poco de alegría al día, compartir con ellos desde la memoria un gesto de cariño. Además, rezos, canciones, lecturas de versos o incluso cartas permiten expresar lo que a veces las palabras cotidianas no alcanzan a decir.

Este día también invita a reflexionar sobre los sentimientos que emergen la nostalgia, el consuelo, la solidaridad con quienes sufren una pérdida. Al compartir historias, lágrimas y risas, la comunidad se fortalece. Así, el 1 de noviembre se convierte en una jornada donde el amor trasciende la ausencia y donde los niños ausentes se mantienen presentes en la memoria y el corazón.