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Antojos en el embarazo: nuevos estudios revelan que pueden influir en el metabolismo y el comportamiento de los hijos

Los antojos durante el embarazo suelen verse como un capricho inofensivo. Sin embargo, una nueva línea de investigación sugiere que podrían tener un impacto mucho más profundo del que imaginamos. Según la científica Roberta Haddad, del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS), ceder con frecuencia a alimentos ricos en grasa y azúcar podría predisponer a la descendencia a desarrollar alteraciones metabólicas, conductuales e incluso neurológicas.

La especialista presentó estos resultados en la Reunión Nacional de Obesidad 2025, organizada por la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO), donde explicó que los antojos no son simples “caprichos hormonales”: podrían formar parte de una estrategia evolutiva para asegurar suficiente energía en un momento de alta demanda metabólica como es el embarazo.

El cerebro cambia… y también la forma de desear comida

Haddad explicó que su equipo, trabajando con modelos animales, detectó una reorganización de las conexiones cerebrales durante la gestación. Estos cambios afectan zonas clave del circuito de recompensa, en especial neuronas con receptores dopaminérgicos D2 en el núcleo accumbens.

El resultado: los alimentos muy sabrosos —ricos en grasas y azúcares— ganan un enorme poder motivacional, lo que dispara los antojos tanto en frecuencia como en intensidad.
Además, estos impulsos no son solo físicos. Tienen una clara carga emocional y cognitiva, lo que explica por qué una mujer embarazada puede querer específicamente una tarta, un helado o unas galletas concretas, y no “cualquier cosa”.

¿Qué pasa con el bebé?

Los hallazgos del IDIBAPS son contundentes. En animales, cuando las madres tienen antojos repetidos de alimentos altamente calóricos, sus crías muestran:

• Mayor peso corporal.
• Más problemas de intolerancia a la glucosa.
• Mayor vulnerabilidad a trastornos alimentarios.
• Mayor riesgo de ansiedad en la vida adulta.

Esto apunta a un mecanismo de programación intergeneracional, donde la conducta alimentaria de la madre altera el entorno intrauterino a través de cambios hormonales, neuroendócrinos y neuronales. Es decir: lo que ocurre en el cerebro y el metabolismo de la madre influye directamente en cómo se forman los sistemas metabólicos y conductuales del feto.

¿Y qué sucede en humanos?

Aunque los estudios en personas todavía no son concluyentes, los datos preliminares coinciden en un punto clave: los antojos por ultraprocesados —ricos en grasas y azúcares— son especialmente preocupantes.

Consumirlos con frecuencia durante el embarazo podría aumentar el riesgo de:

• Ganancia excesiva de peso.
• Diabetes gestacional.
• Cambios en el desarrollo cerebral del feto.
• Mayor sensibilidad futura del bebé a alimentos hipercalóricos.

Por eso, Haddad sugiere que los profesionales de la salud deberían monitorear no solo si hay antojos, sino qué tipo de alimentos se consumen y con qué frecuencia.

Acompañamiento, no prohibición

A pesar de las advertencias, la experta insiste: no se trata de demonizar los antojos ni de prohibirlos por completo. Se trata de comprenderlos, explicarlos a las embarazadas y ofrecer opciones saludables que también generen placer.

La clave está en:

• Brindar información clara.
• Diferenciar el hambre real del antojo emocional.
• Promover hábitos equilibrados antes y durante el embarazo.
• Integrar la dimensión neurobiológica de los antojos en la atención médica.

“Entender de dónde vienen estos impulsos puede proteger la salud de la madre y del bebé”, concluye Haddad.