En teoría, diagnosticar el síndrome de burnout no es complicado, ya que se trata de un estado de agotamiento extremo donde el cerebro “se funde” por la sobrecarga de estrés y ansiedad.
En esta fase, la persona desarrolla síntomas físicos como migrañas, gastritis y palpitaciones que pueden imposibilitar el trabajo, requiriendo reposo, terapia y medicación para recuperarse, explica la psicoanalista Rocío Arocha, directora del Centro de Estudios de Posgrado de la Asociación Psicoanalítica Mexicana, A.C.
No obstante, en la práctica es otra historia, porque sus síntomas son similares a los de otros padecimientos mentales como la depresión y la ansiedad; por otro lado, una prueba de que existe estrés laboral mal manejado puede observarse en la manera en que el paciente se enfrenta a sus días de trabajo, con desapego, cinismo laboral y una clara disminución de la eficacia profesional.
Pero lejos de ubicar estos síntomas como burnout, suele “etiquetarse” a la persona como inepta, floja o con mala actitud.
Entre los aspectos que dificultan el diagnóstico del burnout están:
Síntomas similares a otras afecciones: El burnout comparte síntomas con otras condiciones de salud mental como depresión o fatiga, lo que puede causar confusión.
Falta de un instrumento de diagnóstico universal: Aún no existe una evaluación médica estandarizada y aceptada internacionalmente con criterios claros, lo que puede llevar a interpretaciones diferentes.
Proceso gradual: El burnout se desarrolla gradualmente con el tiempo, lo que hace que sea difícil identificar el momento exacto en que comienza o bien detectarlo en sus primeras etapas.
Subjetividad de los síntomas: Cada persona percibe sus síntomas y el agotamiento o desapego de distinta forma.
Todo esto aleja al paciente de la posibilidad de un tratamiento que lo ayude a superar la condición, y los daños a corto y largo plazo son muy graves. “La consecuencia del estrés mal manejado a la larga es el Alzheimer, Parkinson, cáncer, gastritis, colitis, síndrome de colon irritable… el daño que hacemos a nuestro cerebro es irreversible”, agrega Arocha.
Pero, cuando el estrés es excesivo o constante, tiene consecuencias negativas en nuestra salud física y mental. En este punto, explica la doctora Arocha, “lo que necesitamos es aprender a manejar el estrés, para que se quede en su etapa positiva. Debemos vivir sin prisa, anclarnos en el momento presente y respirar”.
