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Amplia derrrama económica generó la carrera panamericana en Chiapas, luego de 10 años de ausencia.

El rugir de los motores volvió a sacudir las calles de Tuxtla Gutiérrez tras una década de ausencia. La emoción arrancó una noche antes del banderazo oficial con una fiesta sobre ruedas que acercó a la población con los pilotos y sus majestuosas máquinas.
Desde el corazón de la capital chiapaneca, frente a la Catedral de San Marcos, el ambiente fue eléctrico: autos clásicos, deportivos y visitantes de distintas nacionalidades tomaron la ciudad en un despliegue de nostalgia, velocidad y adrenalina.
Este 9 de octubre marcó el inicio oficial de la edición número 75 de la legendaria Carrera Panamericana, que recorrerá más de tres mil kilómetros a través de varios estados del país. El arranque desde Tuxtla no solo fue un acto simbólico: fue la chispa que encendió la pasión contenida de una afición que esperó pacientemente este gran momento.
Para los habitantes, fue más que una carrera: fue un reencuentro con una tradición que pone al estado en el mapa deportivo del continente, con la promesa de que el rugido de los motores no volverá a apagarse por tanto tiempo.