Soltar no siempre significa perder; a veces es el acto más profundo de amor propio. Aferrarnos a lo que ya no fluye una relación, una etapa, un pensamiento o incluso una versión antigua de nosotros mismos solo nos ata al pasado e impide que avancemos.
El universo no castiga cuando quita algo, simplemente acomoda las piezas para que llegue lo que verdaderamente mereces.
Soltar no es rendirse, es reconocer que ciertas cosas ya cumplieron su propósito y que aferrarse solo retrasa tu crecimiento.
A veces el cierre de una puerta no es el final, sino el inicio de una historia más alineada con tu energía actual, nos cuesta soltar porque creemos que el vacío dolerá más que la pérdida, muchas veces nos asusta no saber qué viene después, sin embargo, cuando aprendemos a confiar en el proceso, entendemos que soltar no es vacío: es espacio, ese espacio para sanar, para recibir, para transformarnos.
Al soltar, recuperas tu poder personal, vuelves a ti y en ese regreso, te das cuenta de que nada externo define tu valor.
Practicar el desapego no significa ser frío o indiferente, sino aceptar la impermanencia con amor y gratitud.
No se trata de olvidar de un día para otro, sino de transformar el vínculo que tienes con aquello que te pesa.
Aquí algunas formas suaves de comenzar:
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Agradece lo vivido. Todo lo que llega enseña algo, incluso lo que dolió.
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Permítete sentir. Reprimir emociones no las elimina; solo las retrasa.
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Limpia tu espacio. Deshazte de objetos, fotos o recuerdos que ya no te inspiran paz.
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Repite afirmaciones positivas. Ejemplo: “Confío en que lo que se va deja lugar a algo mejor.”
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Rodéate de calma. Música suave, aromaterapia o caminatas conscientes ayudan a liberar energía acumulada.
🌿 Soltar no es olvidar el pasado, sino dejar de vivir en él.
Este post busca compartir energía positiva y bienestar. No pertenece a ninguna corriente religiosa, sino a una visión espiritual libre y respetuosa, recuerda si necesitas ayuda, busca siempre la atención de tu especialista de cabecera.