Skip to content

Cajas automáticas desplazan a cerillitos y enfrentan el riesgo de desaparecer

La modernización avanza en los supermercados de la ciudad con la instalación de cajas automatizadas que operan sin cajeros ni empacadores. En una zona donde antes trabajaban varios cerillitos, ahora solo una supervisora atiende seis máquinas y un guardia vigila que el proceso se mantenga sin contratiempos. Esta eficiencia, presentada como un paso hacia el futuro, provoca preocupación entre quienes dependen de las propinas para sostenerse.

Los empacadores voluntarios, conocidos popularmente como cerillitos, expresan inquietud ante la reducción de espacios. Un joven del área afirma que un adulto mayor podía obtener hasta dos mil pesos diarios en propinas, pero admite que los ingresos disminuyen conforme las cajas automáticas ocupan más lugar. El temor a perder el empleo se vuelve constante entre quienes ven cómo su función cotidiana se reduce frente al avance tecnológico.

En el supermercado conviven generaciones distintas que encuentran en este oficio una oportunidad económica o una forma de mantenerse activas. Don José, adulto mayor con una larga trayectoria en la industria cinematográfica, lleva ocho años empacando en León. Relata que este trabajo le ofrece actividad diaria y propinas que considera aceptables. Explica que su experiencia le permite dominar técnicas para acomodar productos sin dañarlos, habilidad que mantiene su seguridad laboral mientras el Auto Cobro no lo sustituya por completo.

En la misma área trabajan más de una docena de empacadores entre adolescentes y adultos mayores. Una supervisora coordina al grupo con estricta disciplina y mantiene el ritmo de trabajo frente al flujo constante de clientes. Aunque cada uno enfrenta el empleo con distinta perspectiva, todos comparten la incertidumbre de un oficio que, según reconocen, podría desaparecer en cualquier momento ante la expansión de las máquinas de autoservicio.

La realidad nacional confirma el panorama vulnerable. Datos del INEGI indican que tres de cada diez adultos mayores continúan trabajando, en muchos casos sin prestaciones ni estabilidad. Para personas como doña Rocío, de 75 años, la labor de empacar representa sustento y autonomía.