Aunque los insectos arribaron a través del humano, ahora es preciso vigilar si existe desarrollo de colonias de esta especie en el futuro, señaló Santiago Jaume Schinkel.
El portugués António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), lanzó un SOS desde Belém, Brasil, al reconocer que el mundo enfrenta una “negligencia mortal y un fracaso moral” frente a la crisis climática.
La advertencia del secretario general encontró eco inmediato en fenómenos que antes parecían impensables. Uno de ellos es la expansión acelerada de especies de mosquitos hacia regiones donde históricamente no podían sobrevivir, como Islandia y Colorado, en Estados Unidos, casos que han sorprendido a la comunidad científica y encendido nuevas alertas.
Ante la noticia de que se han encontrado mosquitos en Islandia por primera vez, después de que el país experimentara un calor récord esta primavera —ya que era uno de los dos paraísos libres de estos insectos en el mundo—, la BBC confirmó este hecho. La única otra zona libre de la especie de la que se tiene constancia es la Antártida.
Santiago Jaume Schinkel, biólogo por la Universidad Veracruzana y doctor en Recursos Naturales por la Universidad de Bonn, Alemania, quien se unirá al equipo de investigadores del Instituto de Biología de la UNAM, explicó que este mosquito que llegó a Islandia se llama Culiseta annulata: “Es una especie con distribución paleártica (Europa, Asia al norte del Himalaya, norte de África y norte de la península arábiga) y es resistente al frío”.
Respecto a su procedencia en esas latitudes del mundo, relató que se trasladó por medios antropogénicos (humanos) y fue detectada a través de grupos de Facebook y confirmada por el entomólogo islandés Bjorn Hjaltason.
Destacó la importancia de que la comunidad en redes sociales, en este y otros temas, ayude a los científicos en la investigación o avise sobre una especie nueva. “Este hallazgo resalta la importancia de la ciencia ciudadana en la detección de especies y vectores de enfermedades.
La participación activa de la población, en conjunto con los científicos, permite identificar de forma temprana la presencia de organismos donde antes no se encontraban, como ocurrió en Islandia, donde observaciones compartidas en redes sociales ayudaron a confirmar la llegada de mosquitos a un territorio antes libre de ellos. Este tipo de colaboración fortalece la vigilancia ambiental y contribuye a la prevención de problemas de salud pública”, señaló.
Consideró que este fenómeno podría estar relacionado con el cambio climático, aunque también con la movilidad humana: “Es en parte el flujo de gente que viaja a Islandia, porque la especie no ocurre naturalmente en la isla y puede ser que estos ejemplares hayan llegado en un barco de carga o en avión”, explicó el investigador, quien realiza una estancia posdoctoral en la University of Guelph.
El especialista detalló que la especie encontrada fue observada en la naturaleza, lo que sorprendió a los científicos, ya que las bajas temperaturas solían impedir su supervivencia. “En invierno, todos los hábitats buenos para mosquitos se congelaban, y no había poblaciones viables en Islandia. Lo nuevo es que ahora se encontraron ejemplares en estado salvaje”, comentó.
Sin embargo, aclaró, aún no se ha confirmado si existe una población estable y reproductiva en la isla.
En el caso de Colorado, un mosquito portador de enfermedades ha llegado a las Montañas Rocosas, donde históricamente no podía sobrevivir. Este fenómeno también fue abordado por el especialista.
Se creía que el mosquito Aedes aegypti, transmisor del dengue, dependía demasiado de un clima cálido y húmedo para sobrevivir en el oeste montañoso. Sin embargo, ahora su población prospera en el oeste de Colorado.
Santiago Jaume subrayó que el caso de Colorado es especialmente relevante porque involucra al Aedes aegypti, transmisor del dengue, chikungunya y zika. Según datos recientes, tan solo en 2024 se registraron 796 mosquitos adultos y 446 huevos en zonas de montaña que antes eran demasiado frías para esta especie.
Es un caso similar al de Ciudad de México, comentó el especialista. Aedes aegypti normalmente no vive por encima de los mil 700 metros sobre el nivel del mar, pero el calentamiento global está modificando esa frontera natural. Las temperaturas más altas permiten que este mosquito sobreviva y complete su ciclo de vida en altitudes mayores, como las Montañas Rocosas de Colorado, o incluso la capital mexicana, ubicada por encima de los dos mil 200 metros.
El fenómeno, señaló, es producto de dos factores principales: el aumento sostenido de la temperatura global y la disponibilidad de agua para el desarrollo de las larvas. “Si existen cuerpos de agua adecuados y un clima que deje de ser tan frío, los mosquitos pueden establecerse, reproducirse y mantener poblaciones año con año”.
Aunque todavía no se han detectado casos autóctonos de dengue o zika ni en Colorado ni en Ciudad de México, su presencia abre la puerta a que, en un futuro cercano, ocurra un ciclo de transmisión. “Para que haya enfermedad se necesita el vector, el patógeno y las personas o animales que lo hospedan. Tener al mosquito es tener una parte clave del problema”.
El doctor Jaume subrayó que el aumento de las temperaturas globales sí está ampliando el rango geográfico de distintas especies de mosquitos alrededor del mundo.
Según explicó, este cambio en la distribución está directamente relacionado con el calentamiento global. “A mayor altitud normalmente es más frío, pero con el cambio climático ha estado más caliente, lo cual propicia que puedan colonizar nuevos hábitats donde antes no sobrevivían. Lo que vemos es una expansión gradual hacia regiones templadas o frías, y eso se explica por el aumento sostenido de las temperaturas”.
Llamada de atención
Las declaraciones del secretario general de la ONU se realizaron durante la cumbre previa a la COP30, a principios de noviembre de 2025. Guterres lamentó que la comunidad internacional haya fracasado en su objetivo más ambicioso: limitar el calentamiento global a 1.5 °C por encima de los niveles preindustriales, un umbral crítico para la humanidad.
Al respecto, los especialistas de la UNAM Rosalía Ibarra Sarlat, investigadora titular “B” del Instituto de Investigaciones Jurídicas, y Bernardo Bastien Olvera, investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático, reflexionaron acerca de la contundente declaración que, para algunos, podría resultar desesperanzadora y, para otros, representa simplemente ubicar el tema en la realidad actual.
Que la humanidad enfrenta una negligencia mortal y un fracaso moral ante la crisis climática “no es una exageración”. Así lo afirmó la doctora Ibarra Sarlat, especialista en derecho ambiental por la Universidad de Alicante, España.
“Es una negligencia mortal porque todos los impactos del cambio climático están poniendo en riesgo nuestra seguridad como especie humana, la calidad de vida y, en consecuencia, nuestra vida misma”, indicó.
Rosalía Ibarra recordó que, en los últimos 30 años, se han registrado más de nueve mil eventos meteorológicos extremos que han causado la muerte de millones de personas, principalmente en los países más vulnerables.
Subrayó que, a su juicio, el mensaje de Guterres busca “activar con más fuerza la acción climática” y alertar sobre una realidad sustentada en evidencia científica: “Estamos modificando de manera acelerada la variación climática a raíz de nuestras actividades humanas, sobre todo industriales, que generan enormes cantidades de gases de efecto invernadero”.
Por su parte, Bernardo Bastien, doctor egresado de la Universidad de California en Geografía y especialista en economía climática, sostuvo que la afirmación de la ONU es “cierta, pero requiere contexto histórico para entender su magnitud”.
“No es que hoy los gobiernos simplemente decidan no hacer nada, sino que venimos de décadas en las que la industria fósil invirtió millones de dólares para desprestigiar la ciencia climática”, explicó Bastien, quien es licenciado en Ciencias de la Tierra por la Facultad de Ciencias de la UNAM.
“Desde los años setenta ya se sabía que el cambio climático sería muy dañino, pero la industria fósil optó por ocultar la evidencia y publicar estudios falsos para generar dudas. En ese sentido, además de un fracaso moral, es un terrible éxito de la industria fósil, que lleva décadas incrustada en nuestros sistemas económicos y políticos”, resaltó.
El investigador subrayó que el cambio climático afecta “los tres componentes esenciales del bienestar humano”: lo que consumimos, con lo que interactuamos y lo que valoramos.
Por ello, en el primer ámbito, “la producción y distribución de bienes se verá afectada por olas de calor que reducirán la productividad laboral y encarecerán productos”. En lo ambiental, “la degradación de ecosistemas costeros como los manglares incrementa la vulnerabilidad ante tormentas y huracanes, como se vio con Otis en Acapulco”.
Y el tercer componente, aseguró, es simbólico y ético: “Valoramos vivir en un mundo donde existan especies como los osos polares, aunque nunca los veamos. Su desaparición también empobrece nuestro bienestar como humanidad”.
