Cualquier jueves de 1986, La 1 empezaba sus emisiones a las siete y media de la mañana con el programa ‘Buenos días’ y terminaba pasadas las dos de la madrugada normalmente tras la emisión de una película. La 2, por su parte, empezaba mucho más tarde, a las siete de la tarde, y cerraba la persiana más allá de las doce. No era mucho, pero al menos era algo: ¿Sabéis lo que se emitía ese mismo día relativamente cerca de nosotros, en Islandia? Absolutamente nada. Y no era porque no pudieran, sino por una decisión del gobierno buscando el bienestar de la gente. Sí, de verdad.
Los jueves al sol
Lo cierto es que la televisión, como tal, llegó a Islandia antes que a España. Bueno, más o menos: el ejército americano desplegado en la estación aérea de Keflavik quería ver los programas de su país, y en 1955 construyeron una antena tan solo para los soldados. Sin embargo, los ciudadanos empezaron a instalar antenas por su cuenta y a comprarse televisiones americanas para ver qué era esa invención. Los políticos, preocupados por una programación que podría dañar el lenguaje y el modo de vida islandés, decidieron, seis años después, hacer que solo los americanos pudieran ver su televisión. ¿El resultado? Más de 14.000 quejas. Era inevitable: una vez la habían probado, en Islandia querían seguir viendo la tele sí o sí.
Pero no lo iban a hacer de cualquier manera: la llegada del canal Sjónvarpið (que literalmente traducido significa “la televisión”, imaginativos ellos) debía hacerse con el mayor de los cuidados. No emitiría antes de las ocho de la tarde porque daban por hecho que las familias, desde las 6 hasta las 8, estarían escuchando el magazine más importante de la radio, y tan solo emitiría dos o tres horas durante dos días: miércoles y viernes. Si emitieran un poco menos y directamente se quedarían durmiendo, vaya.