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El acero Chino y sus consecuencias.

La industria siderúrgica latinoamericana arrancó el siglo XXI con la ilusión de convertirse en el motor del crecimiento económico de la región, pero, lejos de lograrlo, sufrió un largo estancamiento que hoy ya es una crisis, y el principal responsable es China, advierten en el sector.
Uno de los objetivos que se propusieron países como Brasil, México, Argentina, Chile, Colombia, Ecuador y Perú en 2000 fue desarrollar su sector manufacturero, para dejar de basar sus economías en la exportación de materias primas.
El principal motivo es que, al no tener valor agregado, el comercio de commodities produce empleos menos calificados y de salarios más bajos que la manufactura.
La clave para acelerar la industrialización era la producción de acero, ya que esta aleación de hierro y carbono se utiliza para fabricar casi todo, desde edificios y puentes hasta vehículos y desde electrodomésticos hasta productos electrónicos y tecnológicos.

A comienzos del siglo la región fabricaba el 6,6% del acero del mundo, según la World Steel Association (WSA), y exportaba a China más de 160 mil toneladas del material (el doble de lo que importaban de ese país).

Pero el sector siderúrgico nunca llegó a despegar.
Por el contrario, en este casi cuarto de siglo el acero latinoamericano fue perdiendo relevancia.
La producción se estancó: mientras que en 2000 la región producía 56 millones de toneladas de acero -cifra que aumentó a 67,6 millones en 2011- a partir de ahí todo fue en descenso, y el año pasado produjo 58,3 millones.

En tanto, su peso en la escala mundial fue bajando sistemáticamente. En 2023, alcanzó su punto más bajo, representando apenas el 3,1% del stock mundial, menos de la mitad que a comienzos de siglo.
Según los expertos del sector, la crisis se está agudizando, poniendo en riesgo los cerca de 1.4 millones de empleos que genera la industria.
Y el gran culpable de todo -aseguran- es China.
“Inundación” de acero
Así lo advierte la Asociación Latinoamericana del Acero (Alacero), con sede en Sao Paulo, Brasil, que ha acusado a Pekín de “inundar” a la región con su acero barato.
El organismo informó que varias siderúrgicas debieron paralizar sus operaciones en los últimos meses.
La más reciente fue Huachipato, la principal productora de acero de Chile, que el 20 de marzo anunció el cierre indefinido de su planta.
El director ejecutivo de Alacero, Alejandro Wagner, dijo a BBC Mundo que si bien existen factores endógenos que dificultaron el desarrollo de la industria, el gran problema lo generó el gigante asiático.
“Entre 2000 y 2023 China aumentó su producción de acero en casi un 700%”.
“Pasó de producir el 15% del acero del mundo a producir el 54%”, dijo, citando cifras de la WSA.

Pekín no solo fabrica más acero que todo el resto de los países combinados. Además, lo exporta a un precio por debajo del mercado, haciendo que a los demás productores les resulte imposible competir, denuncia el directivo de Alacero.
“Dumping”
Pocas regiones están padeciendo este problema -que en el mundo comercial se conoce como “dumping”- más que América Latina.
Para entender la dimensión, alcanza con ver cómo cambió la dinámica entre la región y el país más grande de Asia en el último cuarto de siglo.
Como dijimos, en 2000, América Latina exportaba unas 160 mil toneladas de acero a China, y, a su vez, importaba la mitad: unas 80 mil toneladas de acero chino.
Pero en las siguientes décadas la situación se revirtió dramáticamente.
Mientras que las exportaciones a China cayeron un 94% para 2023, las importaciones de acero chino aumentaron un 8.690%.
(En tanto, la venta de materias primas latinoamericanas a China aumentó casi un 1.500%, agrega Warner, quien advierte sobre un proceso de “reprimerización”).
Hoy llegan a la región unas 10 millones de toneladas de acero chino que están provocando “un proceso de desindustrialización en la región” y llevando el sector a una crisis, asegura el dirigente acerero.

La reacción de Pekín
El gobierno chino -famosamente sigiloso- no ha hecho declaraciones oficiales sobre los planes de los países latinoamericanos de arancelar su acero, afirma el experto.
No obstante, tras el anuncio de México de imponer una tasa del 25%, en agosto de 2023, uno de los medios que funciona bajo la órbita del poderoso Ministerio de Comercio chino (Mofcom), el China Trade Remedies Information, advirtió que “las empresas chinas que utilizan a México como mercado de exportación y destino de transferencia de inversiones se verán afectadas en gran medida”.
En tanto, en otro artículo publicado en marzo pasado en el sitio web de la Sección Económica y Comercial de la Embajada de la República de Chile, el Mofcom criticó a la llamada Comisión Antidistorsiones chilena, que determina el tema de los aranceles sobre importaciones.
“La mayoría de los miembros del comité determinan artificialmente el margen de dumping sin basarlo en hechos objetivos, politizando lo que debería ser un proceso técnico”, criticó la nota.
También advirtió que “esto ha violado gravemente el Tratado de Libre Comercio firmado por Chile y no puede hacer que otros socios comerciales respeten el mismo tratado”.
Acero verde
Mientras los gobiernos latinoamericanos analizan los pros y contras de imponer los aranceles -una medida fuertemente reclamada por Alacero- la resolución de este conflicto comercial podría estar determinado por un factor externo, pero que cada vez está siendo más relevante: el medio ambiente.
En 2020, Xi anunció durante la Asamblea General de las Naciones Unidas que China -el país más contaminante del mundo- intentará alcanzar el pico de emisiones de dióxido de carbono antes de 2030 y buscará la neutralidad de CO2 para 2060.
Según Combs, para cumplir con esta meta Pekín planea cortar cerca del 8% de su producción de acero para 2030.
“El acero chino se produce a base de carbón y esa industria es la más contaminante del país, aportando un 15% de emisiones de carbono”, señala.
China, además, apunta a producir el 20% de su acero a base de electricidad renovable para 2030.

Wagner también cree que el medio ambiente será un factor clave para poner fin al desequilibrio que genera el acero chino, pero por otro motivo.
“La gran ventaja que tiene el acero latinoamericano es que es mucho más limpio que el chino”, señala.
Producir cada tonelada de acero chino emite un 45% más de CO2, según los datos de Alacero.
Pero a eso hay que sumarle la contaminación que se genera al transportarlo al otro lado del planeta, que, según el organismo, es tres veces más de lo que se emite al fabricarlo.
A medida que el mundo se mueve más hacia la carbono neutralidad, esa ventaja se hará sentir, asegura Wagner.
El dirigente también está convencido de que la transición hacia un mundo más limpio podría permitir a la siderurgia latinoamericana finalmente despegar, revirtiendo el actual proceso de “reprimarización” de la economía.
“Soy optimista. El acero está muy vinculado a la energía: todo lo que es energía renovable necesita acero también. Entonces hay una gran oportunidad para que el acero, y sobre todo la energía limpia, sea un foco de producción y exportación en Latinoamérica”, señala.
En la actualidad la industria opera al 60% de su capacidad instalada, lo que deja un potencial de crecimiento del 40%, se ilusiona.
“Esto podría parar con el proceso de desindustrialización que hemos sufrido en los últimos 20 años, que nos ha dejado sin empleos de calidad, generando pobreza e inequidad como en pocos lugares del mundo”.