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“Cero muertes por SIDA en 2030”, requiere no más recortes en financiamiento

La conmemoración del Día Mundial del Sida, es una oportunidad importante para destacar el impacto que los recortes de financiación de los donantes internacionales han tenido en la respuesta al sida, así como para mostrar la resiliencia de los países y las comunidades que están redoblando esfuerzos para proteger los logros alcanzados e impulsar la respuesta al VIH.

Los servicios comunitarios, vitales para llegar a las poblaciones marginadas, están siendo relegados, mientras que el aumento de leyes punitivas que penalizan las relaciones entre personas del mismo sexo, la identidad de género y el uso de drogas está amplificando la crisis, haciendo que los servicios de VIH sean inaccesibles.

La respuesta mundial al sida se ha visto trastocada en los últimos meses, but queda mucho por hacer para alcanzar el objetivo de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) de poner fin al sida para 2030. El sida no ha terminado y, dado el entorno actual, se necesita un nuevo enfoque transformador para mitigar los riesgos y ayudarnos a alcanzar nuestros objetivos.

Bajo el lema “Cero muertes por SIDA en 2030”, la campaña del Día Mundial del Sida 2025 busca sensibilizar sobre la realidad de la enfermedad avanzada por VIH, visibilizar las historias detrás de cada caso y promover una respuesta colectiva. Gobiernos, profesionales de la salud y sociedad en general están llamados a acelerar las acciones para lograr la eliminación del SIDA en 2030.

Desde la implementación del tratamiento antirretroviral en las regiones más afectadas por el VIH, se han salvado más de 20 millones de vidas y se han evitado casi 40 millones de nuevas infecciones. Con el tratamiento, personas al borde de la muerte volvían literalmente a la vida a las pocas semanas de empezar a tomar las pastillas: muchos lo calificaron de milagro. Incluso siendo una científica racional y poco dada a creer en milagros, podía entender que ese regreso tan espectacular a la salud pudiera percibirse como obra de un poder sobrenatural.

Cada año, ONUSIDA informaba sistemáticamente de los avances: menos nuevas infecciones, menos muertes por sida y una importante reducción de la transmisión de madre a hijo, mientras que el tratamiento evolucionaba de múltiples dosis diarias a una sola pastilla. Y lo que aumentó fue la esperanza de vida. En Sudáfrica, pasó de unos 56 años en 2000 a 67 años en la actualidad.

La ciencia avanzaba. En los últimos años, los avances en prevención, como la profilaxis preexposición inyectable (PrEP) con cabotegravir cada dos meses y las inyecciones semestrales de lenacapavir, nos han acercado más que nunca a acabar con el SIDA para 2030.

Luego llegó 2025. La administración estadounidense de Donald Trump desmanteló mecanismos clave de ayuda internacional, recortó la mayor parte de la USAID y redujo drásticamente la financiación para el PEPFAR y el Fondo Mundial.

Apenas unos meses después de los recortes, los efectos ya son visibles: despido de trabajadores sanitarios, cierre de clínicas y personas sin acceso al tratamiento. Un estudio de modelización reciente advirtió de que una reducción del 24 % en la financiación podría suponer 3 millones de muertes adicionales relacionadas con el sida y entre 4 y 11 millones de nuevas infecciones por el VIH para 2030.