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Cerveza Corona cumplió 100 años y lo celebramos con una cena previa al Corona Capital

Ciudad de México se convirtió en el escenario perfecto para celebrar los 100 años de Corona y la presencia de la marca en Latinoamérica, con una cena que nos sumergió en el espíritu del festival y nos preparó para vivir la emoción del icónico Corona Capital. ¿El punto de encuentro? Origen Estudio, ese lugar que parece diseñado para que cada paso despierte una sensación distinta.

Desde que llegamos, una frase brillaba en la ventana principal anunciando que este era el rincón de Corona. Y sí, lo era, pero también era un pequeño universo que jugaba con la luz para transportarnos directo al ambiente que la marca ha construido durante un siglo: relajada, libre y acogedora. Subimos a una terraza que parecía abrazar el atardecer, en el centro, una mesa larga increíble, arreglada en tonos tierra, velas tibias y detalles que te hacían sentir como en una tarde eterna frente al mar. Y, por si fuera poco, había un rincón que se robaba todas las miradas, un círculo degradado en rosas y verdes que creaba sombras tan precisas que cualquiera podía sentirse protagonista de una editorial de moda. Uno de esos lugares donde no tomarte foto sería casi pecado.
Entre coronas frías, pláticas suaves y el clásico ritual del limón, llegó el momento de sentarnos. Ahí entendimos que no estábamos solo en una cena, estábamos en el inicio de un homenaje a una marca que ha construido una forma de vivir. Corona ha logrado algo que pocas marcas pueden presumir: crear un imaginario global donde las personas se reconocen. Los rituales que todos conocemos, desde el limón en la botella hasta iniciativas gigantes como el festival Corona Sunsets e incluso restaurantes completos dedicados a esta vibra, nos demuestran una y otra vez que el vínculo especial entre Corona y México es innegable y una prueba de ello es a través del Corona Capital, un festival que lleva 15 años reuniendo a más de 200,000 personas cada edición.
Mientras lo escuchábamos, las tostadas de carpaccio empezaron a circular. Luego llegó un filete de pescado a la talla que sabía a playa sin playa, y finalmente un mousse de chocolate Abuelita que nos regresó a la infancia con una elegancia que solo la gastronomía bien hecha consigue.