El 2025 fue el año donde la conversación del espectáculo urbano en México dejó de ocurrir solo en los escenarios y se mudó definitivamente al terreno donde hoy se ganan o pierden coronas mediáticas: las redes sociales. Y aunque entre Yeri Mua y Bellakath no existió una pelea confirmada cara a cara, el verdadero enfrentamiento se dio en el campo más intenso de la farándula moderna: los fandoms.
Todo comenzó cuando ambas figuras, cada una desde su trinchera, coincidieron en tendencia por dominar el reggaetón y el contenido viral mexicano. Bellakath, que ya venía cargando el impacto masivo de “Gatita”, se mantuvo sólida en charts, fiestas, antros y playlists populares. Su música sonaba en todos lados; era inevitable escapar del hook felino que se convirtió en himno de barrio, orgullo urbano y estética gatuna que marcó identidad visual en millones de videos. Por su parte, Yeri Mua, la influencer veracruzana que transitó de creadora digital a figura del entretenimiento urbano, no compitió directamente en listas de radio como Bellakath, pero sí dominó narrativa, personalidad y constancia digital: el espectáculo también es presencia, y en eso, Yeri fue reina 2025.
La “guerra rosa” no fue musical, fue narrativa: fans comparando autenticidad, impacto, estética, personalidad y hasta frases icónicas. Mientras unos defendían a Bellakath como la voz del movimiento, otros coronaban a Yeri como la cara irreverente que el género necesitaba para seguir encendiendo la conversación. Los hashtags iban y venían, los videos explotaban, y los comentarios se convertían en rounds interminables donde nadie se ponía de acuerdo, pero todos participaban. Y aunque el espectáculo suele alimentarse de confrontaciones reales, esta vez el chisme no necesitó pleito oficial para existir: el público lo creó y lo sostuvo, convirtiendo el rumor en una narrativa colectiva que demostró algo claro sobre 2025 en México: el entretenimiento femenino urbano ya no es nicho, es movimiento cultural.
Hoy, la farándula musical en México no solo se mide en discos, se mide en conversación. Y aunque ambas artistas siguieron caminos distintos, el público se encargó de escribir un capítulo donde las puso frente a frente, recordándonos que, a veces, el chisme no es la pelea, sino el impacto que deja imaginarla.