A pesar de no poder ver el mundo con los ojos, Carlos Jacinto Sebastián interpreta con el alma al ser el primer egresado organista ciego de la Facultad de Música de la UNAM, y aunque es un artista que perdió la vista, no perdió la visión de seguir sus sueños.
Desde joven, Carlos Jacinto fue diagnosticado con “pars planitis”, una inflamación en el ojo que, en casos avanzados, deriva en la pérdida de la vista, por lo que solo era cuestión de tiempo para que Carlos perdiera la visión por completo.
En la búsqueda de tratamientos, inició una terapia que requería vendarle los ojos, lo que complicó aún más su vida diaria, más no fue un obstáculo y buscó en qué entretenerse. En ese tiempo, encontró un pequeño piano de juguete que su madre le había regalado y comenzó a tocarlo guiado por el oído, y lo que empezó como un pasatiempo se transformó en un proyecto de vida. Con el apoyo incondicional de su madre, buscaron espacios donde pudiera desarrollar sus habilidades, pero se toparon con discriminación, “si no puedes leer partituras, no puedes hacer música”, le decían.
“Yo descubro esta pasión justamente cuando empiezo con mis problemas visuales. Tenía yo un tecladito de juguete y empecé a usarlo. Así, poco a poco empecé a pasar cada vez más tiempo tocando este tecladito. Yo empecé tocando piano y cuando descubro el órgano me gustó más porque me di cuenta de que tenía más posibilidades, porque podía tocar con las manos y además con los pies. Y esto me daba más voces que se podían escuchar”, contó Carlos, el primer organista ciego de la UNAM.
Al tiempo, Carlos ingresó a la Facultad de Música de la UNAM, y aunque en ese momento aún conservaba algo de visión residual, los desafíos eran muchos porque había pocos espacios acondicionados para personas con baja o nula visión. Poco a poco, la Facultad de Música se adaptó a Carlos y en este proceso conoció al maestro Gustavo Delgado Parra, quien le dijo que leer partituras es útil, pero no imprescindible para hacer música y se enfocó en desarrollo su talento.
“Estudiar el órgano, yo lo comparo mucho como si fuera un deporte de alto rendimiento, normalmente, pues debemos de tocar con nuestras manos, con nuestros pies. El interactuar físicamente con el instrumento nos exige efectivamente un control físico muy pormenorizado”, explicó Gustavo Delgado, profesor en la Facultad de Música.
La Facultad de Música se fue adaptando paulatinamente para albergar, no sólo a Carlos, sino a todas las personas con condiciones similares: implementaron el sistema braille, guías en el suelo, se incorporaron audiolibros y el personal se capacitó para brindar el apoyo adecuado.
“Este proyecto me hace pensar en la necesidad de que efectivamente seamos más empáticos, digamos como sociedad no solamente con estudiantes ciegos, sino de manera más general con personas con X discapacidad”, afirmó Gustavo Delgado, profesor en la Facultad de Música.
Con todo lo logrado a la fecha, Carlos se ha replanteado el siguiente paso y ahora quiere componer.
“Pasó bastante, bastante tiempo y bastantes circunstancias para que yo pudiera llegar a titularme. No fue nada fácil, la verdad. Ahorita es muy bonito, es de mucha alegría”, explicó Carlos.
Hoy, Carlos no necesita la vista para deslumbrar a quienes lo escuchan, pues su música trasciende las barreras y se convierte en un recordatorio de que el talento no entiende limitantes.
“Si la sociedad no ha podido incluir a las personas con discapacidad. La sociedad es la que tiene el problema, porque las personas con discapacidad estamos en toda la disposición de poder entrar y trabajar a la par de la sociedad”, refirió Carlos, el primer organista ciego egresado de la UNAM.
Carlos ha encontrado en la música, no solo un refugio, sino un lenguaje con el que comunica esperanza, y su historia es una prueba de que los verdaderos artistas no ven con los ojos.