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La fascinante formación de los rayos

La buena noticia es que la probabilidad de que este año nos impacte un rayo es de menos de una entre un millón. Una noticia mejor aún es que el 90% de las personas que reciben el impacto de un rayo sobreviven. Aún así, conviene siempre evitar riesgos cuando estamos hablando de fenómenos atmosféricos tan violentos como estos.

Los rayos causan tanto temor como fascinación, una fascinación que nos lleva a veces a plantearnos preguntas sobre la naturaleza de estas inmensas columnas eléctricas.

Qué es un rayo
Los rayos son descargas eléctricas (cada rayo puede generar varias descargas), generalmente de muy alta potencia, que se producen en las nubes. Se trata de fenómenos meteorológicos que, si bien tienen su origen en la atmósfera, en ocasiones alcanzan la superficie de la Tierra.

Solemos asociar los rayos a las tormentas y a ciclones, pero estas descargas pueden darse en otros contextos, por ejemplo durante erupciones volcánicas, durante incendios de cierta intensidad o cuando se detonan armas nucleares.

Cómo se forma un rayo
Los rayos suelen darse en condiciones de tormenta y, lo cierto es que no sabemos del todo cómo. Sabemos que en determinadas condiciones, las nubes pueden ir acumulando cargas eléctricas tanto positivas como negativas. En estos casos, el aire actúa como aislante entre zonas de acumulación positiva o negativa, así como entre estas zonas y la Tierra.

Llegado cierto punto, la acumulación de estas cargas supera un umbral que hace que esta capacidad aislante del aire ceda. Entonces toda esa acumulación de cargas genera una corriente eléctrica capaz de recorrer largas distancias (incluso de varios cientos de kilómetros). La descarga permite que la carga eléctrica se equilibre, pero las cargas de nuevo pueden ir acumulándose hasta el siguiente rayo.

Lo que aún sigue resultándonos un misterio es el comienzo de este proceso, cómo se acumulan las cargas positivas o negativas en ciertas regiones. La hipótesis principal sugiere que el origen de esta acumulación está en unas diminutas partículas de granizo (también denominadas graupel) que van creciendo a medida que se topan con gotas de agua superfrías (en estado líquido pero con temperaturas por debajo de la de congelación).

En las tormentas eléctricas, estas partículas heladas entrarían frecuentemente en colisión, al chocar con otras partículas heladas. Estas colisiones harían que las cargas de las distintas partículas fueran ganando carga de uno u otro signo.