OpenAI ha anunciado que en diciembre levantará las restricciones sobre contenido erótico en ChatGPT para usuarios adultos verificados. La medida llega tras meses de quejas sobre la pérdida de “personalidad” del chatbot, especialmente tras la llegada del serio GPT-5, y representa un giro de 180 grados en la estrategia de la empresa, hasta ahora reacia en contraposición a Grok.
Por qué es importante. Este es el momento en que OpenAI reconoce que sin intimidad emocional (y sexual) no puede competir con plataformas como Character AI, donde sus usuarios pasan hasta dos horas diarias hablando con su pareja-IA.
La literatura erótica existe desde que existe la escritura. ChatGPT no inventa nada. Simplemente cierra la última brecha entre “herramienta útil” y “compañero emocional total”.
El contexto. Sam Altman había declarado en agosto estar “orgulloso” de no haber convertido ChatGPT en un sexbot. Ahora justifica el cambio bajo el principio de “tratar a los adultos como adultos”.
La realidad es más prosaica: tras mitigar supuestamente los problemas de salud mental (dos meses después de una demanda por el suicidio de un adolescente que usaba la plataforma), OpenAI considera que ya puede permitirse flexibilizar controles.
El rastro del dinero. Character AI demostró que lo erótico es un gran pegamento para retener a los usuarios. Si OpenAI quiere monetizar el engagement real, necesita entrar en ese terreno.
La personalización del asistente (con opciones para respuestas más humanas, uso de emojis o comportamiento “de amigo”) es solo el envoltorio. El contenido adulto es el nuevo producto.
Sí, pero. El peaje a pagar es algo inédito: OpenAI exigirá verificación de edad, presumiblemente con un documento de identidad. Es el mayor intercambio de privacidad por servicio que nos ha pedido una plataforma tecnológica así.
La pregunta no es si habrá filtraciones de bases de datos con conversaciones eróticas vinculadas a identidades reales y verificadas. La pregunta es cuándo y cuántos millones de usuarios se verán afectados.
El giro. OpenAI está construyendo el metaverso que Meta no pudo crear, o al menos no exitosamente. Solo que este no es visual, sino conversacional. Meta fracasó porque nadie quería estar en sus mundos virtuales. Pero en ChatGPT sí queremos estar. Y más con el modo libre de restricciones para la compañía emocional y el erotismo.
Las restricciones más estrictas del verano (diseñadas para hacer el chatbot “menos adulador” y prevenir crisis de salud mental) habían cabreado a usuarios que no tenían problemas psicológicos. Ahora OpenAI invierte su propia filosofía de seguridad en tiempo récord. Ha introducido controles parentales y una experiencia separada para menores, pero la velocidad del cambio plantea dudas sobre si realmente han “mitigado” los riesgos o simplemente han decidido asumirlos.