Antes de que los streamings y las fiestas modernas dominaran nuestras fechas decembrinas, la capital mexicana vivía la Navidad como una verdadera fiesta popular, con opciones de entretenimiento para todos los gustos y edades. Desde grandes estrellas de la Época de Oro del cine mexicano hasta funciones de lucha libre benéficas, así se celebraba la temporada navideña en la Ciudad de México.
Las páginas del periódico El Universal estaban repletas de recomendaciones de regalos, desde cámaras fotográficas hasta televisores, y también de sugerencias para vivir la Nochebuena y Navidad al ritmo del entretenimiento. El cine era uno de los grandes protagonistas: el 24 de diciembre de 1943, el cine Insurgentes proyectó en tres funciones la película Una carta de amor, protagonizada por Jorge Negrete y Gloria Marín, destacada como “la más emotiva y suntuosa del cine mexicano”, especialmente para esa fecha.
Hubo también matinés especiales en lugares como el cine Alameda, con espectáculos y rifas de premios para toda la familia, desde viajes hasta juguetes, que añadían emoción a las celebraciones decembrinas.
Cine para toda la familia
La oferta cinematográfica navideña continuó con reestrenos pensados para los pequeños: en 1949, el cine Bucareli presentó Pinocho como “el regalo de Navidad” para chicos y grandes, una iniciativa que convirtió la pantalla grande en parte fundamental de los festejos. Más adelante, en 1951, otros cines proyectaron títulos como Blancanieves y los siete enanos o Alicia en el país de las maravillas, invitando a las familias a disfrutar del cine durante Nochebuena, Año Nuevo y Día de Reyes.
Estrellas y espectáculos en vivo
La música y el talento mexicano también tuvieron su momento especial. El 24 de diciembre de 1963, el teatro Blanquita, uno de los centros de espectáculo más populares de la ciudad, presentó una función especial de Nochebuena con la participación de José Alfredo Jiménez, reconocido como “el primer compositor folclórico de América”, acompañado por artistas como Fernando Soto “Mantequilla” y las voces de Sonia López y María Luisa Landín.
Al año siguiente, en 1964, el ritmo se encendió con la presencia de Pérez Prado, el rey del mambo, que puso a bailar al público junto a la famosa vedette Tongolele, recordando cómo incluso las fechas tradicionales se llenaban de ritmo y diversión en los recintos de la capital.
Lucha libre con causa social
La Navidad también tenía espacio para la lucha libre. El 25 de diciembre de 1948, la Arena México, conocida como La Catedral de la Lucha Libre, organizó una función a beneficio del niño pobre, con una amplia cartelera de luchadores y precios accesibles, integrando el espíritu comunitario a esta celebración del deporte espectáculo.
