Desde que comenzó oficialmente la temporada navideña, esta época se ha resumido en un tema de conversación constante: Encontrar el vestido perfecto. Las celebraciones, los preparativos y la estética festiva han logrado captar la atención colectiva con una fuerza innegable: decoraciones que inundan las ciudades, listas de reproducción que dominan las plataformas digitales y un impacto cultural inmediato. Es por ello que los tonos rojos, verdes y blancos, se perfilan como los favoritos.
El ejemplo más reciente lo encontramos en Jenna Ortega y en el look que llevó en el Festival de Marrakech. La actriz, que forma parte del jurado de esta edición del certamen, apareció por la alfombra roja con un estilismo que encaja sorprendentemente bien con los códigos de la estética navideña más clásica: el vestido blanco satinado con ciertos motivos sacros, como una cruz dorada en el cinturón, quizás en un guiño al álbum “Lux” de la cantante española Rosalía.
Para la ocasión, eligió un vestido largo de Dolce & Gabbana en tono blanco marfil, confeccionado en una tela satinada que reflejaba la luz como si fuera un destello invernal. La silueta, fluida, pero estratégicamente ceñida, destacaba por su espalda abierta y un cuello halter drapeado, que se enrollaba para caer por detrás de su figura con la delicadeza de un velo festivo.
Aun así, el detalle que terminó de perfilar el look fue el cinturón adornado con un pequeño colgante inspirado en los tradicionales ornamentos navideños, que se mecía en la zona de sus caderas. Además de aportar equilibrio visual, introducía un contraste interesante, en el que las líneas limpias del vestido se encontraban a mitad de camino con este guiño simbólico. Un toque incluso provocador que, además, iba muy en la línea de la casa de moda que lo firma, conocida por mezclar iconografía clásica con su característica sensualidad mediterránea.
Jenna Ortega, asociada habitualmente a un estilo gótico mucho más oscuro, encontró aquí una forma de reinterpretarlo, experimentando deliberadamente entre lo angelical y lo irreverente. Para ello, combinó la pureza luminosa del conjunto con su melena morena peinada en liso y un maquillaje oscuro, caracterizado por unos labios terracota, tirando a rojizos, y una mirada suavemente ahumada que contrastaba con el aura casi celestial del vestido.
