Cada 1 de enero, mientras la mayoría del país despierta lentamente después de la fiesta, las calles muestran el otro rostro del Año Nuevo. Los primeros rayos del día iluminan banquetas repletas de restos de pirotecnia, bolsas tiradas y vasos desechables que quedaron atrás tras las celebraciones nocturnas. Aunque muchas familias disfrutan el inicio de un nuevo ciclo, para las ciudades es una jornada que inicia con una intensa labor de limpieza y organización.
Conforme avanza la mañana, el tráfico empieza a reactivarse y deja ver otro reto: avenidas donde aún hay vehículos mal estacionados, zonas cerradas por eventos y colonias donde los sonidos de los cohetes se prolongaron hasta el amanecer. Además, las cuadrillas de recolección trabajan contrarreloj para despejar espacios públicos, mientras autoridades piden a la población extremar precauciones por los residuos de pólvora que pueden seguir encendidos.
Este panorama, que se repite cada año, es una invitación a reflexionar sobre la forma en que celebramos y cómo podemos hacerlo sin dejar huella negativa en nuestras calles. Apostar por materiales menos contaminantes, depositar la basura en su lugar y evitar el exceso de pirotecnia no solo hace más seguro el festejo, sino que regala un 1 de enero más limpio y ordenado para todos.
