El pasado mes de octubre Ucrania recordaba a sus tropas que los soldados rusos habían dado con un nuevo sistema de infiltración. Tras los cascos con antena, los señuelos y las ilusiones ópticas, Moscú había encontrado la forma de aparecer entre las fuerzas ucranianas “de la nada”. Ahora, en un nuevo giro inédito en la contienda, Rusia ha dado con lo más parecido a un escudo de invisibilidad.
Del videojuego a la contienda. Algo muy parecido a lo que vimos en la saga de Metal Gear, entonces llamado camuflaje óptico, ha aparecido en el conflicto de Europa. La guerra en el frente ruso-ucraniano ha visto una evolución táctica que ha desplazado la protección clásica (blindajes y vehículos) hacia la movilidad y el sigilo térmico: las fuerzas de asalto rusas han adoptado ponchos o lonas térmicas (las llamadas “capas de invisibilidad”) como elemento esencial para minimizar la firma infrarroja y permitir infiltraciones a pie en la amplia franja que controlan los drones.
No existe ocultación térmica perfecta, pero la diferencia entre ser detectado o no puede decidir la vida de un grupo de asalto. Por eso estas prendas, combinadas con movimientos nocturnos en pequeños grupos y el aprovechamiento de condiciones ambientales concretas, se han convertido en una herramienta táctica central que, en la práctica, hoy protege más que muchos vehículos blindados frente a la amenaza aérea de reconocimiento y ataque.
Evolución táctica. Las lonas térmicas son mantos fabricados con capas reflectantes y materiales que aceleran la disipación del calor, su propósito es aproximar la temperatura superficial del cuerpo humano al del entorno para reducir el contraste que detectan las cámaras térmicas. No obstante, su eficacia depende de múltiples factores: calidad del material, sellado del contorno (pies y manos descubiertos son señales detectables), condiciones meteorológicas y, sobre todo, el momento del día.
El denominado como “crossover térmico” (dos breves periodos diarios en que la vegetación, el suelo y el aire tienen temperaturas similares) reduce el contraste térmico global y ofrece la ventana óptima para avanzar sin destacar, mientras que niebla, lluvia o humedad pueden complementar esa invisibilidad. Mal usados, los ponchos generan “manchas frías” que atraen la atención, pero bien usados, multiplican la probabilidad de alcanzar objetivos tácticos.
Limitaciones y aprendizaje. Hay que aclarar que las lonas térmicas no hacen invulnerable al atacante. Operadores experimentados de dron buscan señales sutiles (pies descubiertos, movimiento bajo la cubierta, pequeñas perturbaciones térmicas) y aprenden a distinguir patrones de comportamiento que delatan infiltraciones.
