A medida que el calendario se acerca a su fin, la naturaleza nos enseña su sabiduría: los árboles sueltan sus hojas, el clima se vuelve más frío y todo parece ir hacia una pausa.
Pero lejos de ser un final, noviembre es una transición; un recordatorio de que los cierres también son parte del ciclo natural de la vida este es un mes que vibra con una energía especial.
Representa el puente entre el cierre y el renacimiento, un período donde el universo nos invita a mirar hacia adentro, soltar lo que ya cumplió su propósito y prepararnos para lo nuevo que está por llegar.
Noviembre nos impulsa a mirar dentro del alma.
Es el mes perfecto para reconocer qué emociones, relaciones o pensamientos ya no encajan en la frecuencia en la que estamos evolucionando.
En astrología, gran parte de este mes está regido por Escorpio, signo profundo, intenso y sanador. Bajo su influencia, la energía se centra en la transformación: morir simbólicamente para renacer más fuertes, más conscientes y más fieles a nuestra verdad.
Noviembre, el portal del alma
En muchas culturas ancestrales, noviembre es considerado un mes sagrado, un tiempo donde el velo entre el mundo físico y espiritual se vuelve más delgado.
Las celebraciones como el Día de Muertos o Samhain (antiguo festival celta) representan justamente eso: la conexión con los ancestros, la memoria, y el entendimiento de que la muerte no es un final, sino una transformación de energía.
Cómo aprovechar la energía de noviembre
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Reflexiona y escribe. Dedica unos minutos cada día para escribir cómo te sientes, qué aprendiste y qué deseas dejar atrás antes de que termine el año.
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Haz limpieza energética. Ordena tus espacios, tira lo que ya no usas, enciende incienso o una vela blanca para renovar la energía.
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Agradece. Agradece lo que fue, incluso lo que dolió. La gratitud es la vibración más alta para cerrar ciclos con amor.
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Conéctate con la naturaleza. Observa los cambios del entorno como un espejo de tu propio proceso interno.
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Permítete soltar. Deja ir sin resistencia. A veces, soltar no duele… duele aferrarse.
El alma también tiene estaciones. A veces florece, a veces se desprende. Pero siempre, incluso en su aparente quietud, sigue creciendo hacia la luz.
