El día de muertos es un festín de cerveza, pan, tacos y mucha comida más…
Es común ver en las ofrendas durante la temporada del Día de Muertos. Sin embargo, tal como las conocemos hoy, estas ofrendas no existían en el pasado.
Solo se tiene registro de que, en el México prehispánico, las tumbas de los nobles se decoraban según su clase social. Eran enterrados con piedras preciosas, artefactos e incluso con un perro, un compañero esencial para el viaje al más allá.
Este animalito se creía que ayudaba al difunto a cruzar un río, guiándolo hacia el lugar donde debía habitar después de la muerte.
La idea de ofrendar a los ancestros se relacionaba con el ciclo agrícola, pidiéndoles su ayuda para obtener buenas cosechas y mantener el equilibrio entre la vida y la muerte.
“En la época de lluvias vuelven a venir y empieza la época de secas, entonces es como un ciclo de vida y muerte”, comentó Diana Martínez, antropóloga.
Con la llegada de los españoles, estas tradiciones se transformaron.
“La idea de la ofrenda de muertos viene de la tradición española, viene de Europa a México justo con la conquista”, destacó Ana Bella, antropóloga.
Los españoles creían que las almas regresaban en días especiales, por lo que las esperaban con pequeños altares adornados con pan de trigo, veladoras, sal y agua para calmar su sed.
“En la tradición prehispánica se concibe la muerte de una manera y en la religión católica se concibe de otra manera. Toman elementos de una y toman elementos de otra para hacer un sincretismo”, agregó Martínez.
Con el paso del tiempo, las ofrendas comenzaron a ser más personalizadas y se colocaron dentro de los hogares, convirtiéndose en un espacio íntimo para recordar y celebrar a los seres queridos.
“La muerte la tenemos que ver como algo muy dinámico, con muchas creencias, que son resignificadas y donde persiste esta idea de que podemos celebrar la muerte de muchas maneras”, concluyó Bella.
