Skip to content

El dulce de calabaza, tradicional y sabor en el día de todos santos.

En el marco de la celebración del Día de Muertos, los mercados y los altares se llenan de un aroma inconfundible: el del dulce de calabaza recién hecho, ese sabor que marca la llegada de la temporada más colorida del año. Las cazuelas hierven lentamente con trozos de calabaza maciza bañados en piloncillo y canela.
Es el dulce típico de estas fechas, el que no puede faltar en los altares ni en las mesas familiares, símbolo de cariño y de memoria. Cada preparación es un acto de paciencia: la calabaza debe ser la correcta ni aguada ni tierna para resistir el hervor que la convierte en ese postre brillante, con el tono ámbar que recuerda la luz de las velas encendidas por los que ya no están.
En comunidades como Copoya, El Jobo y Suchiapa, la venta del dulce de calabaza se convierte en una tradición compartida entre familias y vecinos. Las calabazas, recién cosechadas o traídas del campo cercano, se ofrecen a buen precio y con la promesa de mantener viva una costumbre que atraviesa generaciones.
Así, entre piloncillo, canela y fuego lento, el dulce de calabaza reafirma su lugar como el sabor más representativo del Día de Muertos, un tributo de esta festividad.