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Arranca corte de flor de Cempasúchil, a pocos días de la celebración de día de muertos.

En la ribera Amatal, la cosecha del cempasúchil no solo marca el inicio de las celebraciones del Día de Muertos, sino también la continuidad de una tradición que ha pasado de generación en generación. El proceso, heredado de los abuelos, conserva los mismos cuidados: seleccionar los mejores tallos, atarlos en manojos y mantenerlos frescos hasta su venta.
Esta actividad, más que un trabajo, representa una herencia familiar que cada octubre une a niños, jóvenes y adultos en torno a la tierra y a la flor que simboliza la vida y la memoria.
Las familias productoras, que representan cerca de la mitad de la comunidad, dedican alrededor de una hectárea y media al cultivo de cempasúchil y flor de seda, esta última más delicada y costosa de mantener.
Los compradores locales y de municipios cercanos llegan en estos días para adquirir directamente la flor recién cortada, una práctica que refuerza el vínculo entre productores y consumidores. En Amatal, cada flor no solo embellece los altares, sino que también cuenta la historia de una tradición agrícola.