Las intensas lluvias que se registraron en los últimos meses afectaron severamente los cultivos de flor de cempasúchil en el ejido Reforma, municipio de Tapachula. Los productores estiman que la pérdida alcanza el 70 % de la producción total, lo que representa un duro golpe para las familias que cada año se preparan para abastecer los mercados locales en la temporada del Día de Muertos.
Ernestina Rangel Rivera, agricultora de la zona, explicó que el exceso de humedad impidió que muchas plantas lograran florecer. “Nuestra flor se está quedando en pitón, no está reventando como debería. Hemos aplicado foliares para intentar rescatarla, pero la lluvia nos afectó mucho”, detalló.
La productora señaló que en años anteriores lograban obtener ganancias, pero este ciclo agrícola se enfocará en recuperar lo invertido. “El año pasado sí hubo buena cosecha, pero este año esperamos solo sacar la inversión. De cada hectárea, apenas un 30 % logró florecer; el resto se está perdiendo”, comentó.
En la comunidad, alrededor de 80 personas se dedican al cultivo de cempasúchil, principalmente familias que trabajan de manera conjunta sin contratar mano de obra externa. Este año, sin embargo, la reducción en la floración y la humedad del suelo han puesto en riesgo su fuente de ingreso temporal.
“Hay quienes sí lograron que la flor abriera, pero el agua con su peso las quebró o tiró al suelo, se ensuciaron y se pudrieron. Ya una flor así nadie la quiere comprar”, explicó Rangel Rivera, quien junto a otros productores comenzará la recolección a finales de octubre para distribuirla en los mercados San Juan, Sebastián Escobar y Mercadito Tapachula.
El año pasado el ramo de cempasúchil se vendía en 30 pesos, pero este 2025 el precio se incrementará a 40 pesos. Los productores afirman que el ajuste no busca generar mayores ganancias, sino compensar los gastos del proceso que dura cerca de cuatro meses. “No es por gusto que subimos el precio, sino porque no tenemos flor. Queremos que la gente entienda que detrás hay un gran esfuerzo y que este año la producción fue muy poca”, expresó la agricultora.
Jorge Rangel Cantino, otro productor con más de 70 años dedicado al cultivo, recordó que esta tradición se mantiene desde generaciones pasadas. “Nuestros padres nos enseñaron a sembrar la flor, y ahora nuestros hijos siguen el mismo trabajo. Cada año guardamos la semilla de las mejores plantas para volver a sembrar”, relató.
El proceso inicia entre marzo y abril, cuando se preparan los almácigos y se trasplantan las plántulas una por una. La cosecha se levanta en octubre, después de casi tres meses de cuidados continuos, limpieza y fumigación contra plagas.
