En la capital michoacana, el aroma del Pan de Muerto anuncia la llegada de una de las celebraciones más significativas del año. Oliverio Cruz Gutiérrez, tercera generación de panaderos y fundador de la reconocida panadería Los Olivos, con más de tres décadas de trayectoria, destaca la evolución de esta tradición que antes se limitaba a los días previos al 2 de noviembre y que hoy se ha consolidado en todos los ámbitos de la vida cotidiana, desde escuelas hasta empresas, como una forma de preservar la memoria y la cultura.
En Los Olivos, el proceso de elaboración conserva el respeto por la receta tradicional: una masa suave, perfumada con azahar y ralladura de naranja, cubierta con azúcar blanca que simboliza las antiguas mortajas. La forma del pan también tiene su carga simbólica: el círculo representa el universo, las canillas los cuatro puntos cardinales y la pieza central alude al cráneo del difunto. Este producto, emblema de la panadería mexicana, ha alcanzado reconocimiento internacional al formar parte de concursos como la Copa del Mundo de la Panadería, celebrada en Francia.
Para el maestro panadero, la temporada de Día de Muertos no solo impulsa la economía local, sino que reafirma el valor de las tradiciones. A unos días de iniciar la Feria del Pan del 17 al 19 de noviembre, donde se presentarán innovaciones y variedades típicas de Michoacán, Oliverio Cruz subraya la importancia de mantener viva esta herencia culinaria. En cada pieza horneada, dice, se guarda una historia, una memoria y un lazo que une a las familias morelianas en torno al sabor y el recuerdo.