La práctica de la oratoria continúa ganando relevancia como una herramienta indispensable en distintos ámbitos de la vida social, académica y profesional. Más que un simple arte de hablar en público, especialistas coinciden en que se trata de un ejercicio de autenticidad, equilibrio y entrega, capaz de conectar con las personas desde lo humano y transformar realidades.
Quienes se adentran en la oratoria desarrollan no solo la capacidad de expresarse con claridad, sino también la confianza para compartir ideas, defender causas y transmitir emociones. “No se trata únicamente de dominar un discurso, sino de transmitirlo con honestidad y sensibilidad, generando un impacto real en quienes escuchan”, señalan formadores en la materia.
Entre los beneficios más reconocidos de esta práctica destacan la mejora en la seguridad personal, la capacidad de liderazgo, el fortalecimiento del pensamiento crítico y el desarrollo de la empatía, pues obliga a colocarse en el lugar del otro para comunicar de manera efectiva.
En contextos como la educación, la política o los espacios comunitarios, la oratoria se ha consolidado como un puente para generar consensos, impulsar cambios sociales y fomentar la participación ciudadana. Más allá de ser un talento reservado a unos cuantos, se presenta como una disciplina abierta, que al ser cultivada desde temprana edad puede marcar una diferencia significativa en la formación integral de las personas.