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Una pareja decidió poner a prueba no solo su coordinación, sino también su relación, jugando al clásico “juego de las sillas”. Todo iba con normalidad: la música sonaba, la tensión crecía y la competencia estaba cada vez más reñida.
Cuando la canción se detuvo, la novia fue más rápida y logró sentarse en la silla disponible. Hasta ahí todo bien… salvo por un pequeño detalle: su pareja no estaba dispuesto a aceptar la derrota.
En un intento desesperado por reclamar el triunfo, el chico trató de quitarle la silla, pero lo que consiguió fue terminar sentado sobre ella. Ambos cayeron al suelo, aunque el peso del joven se inclinó sobre la chica, dejándola adolorida en el suelo.
El momento que parecía un accidente romántico terminó en un acto insólito: el chico, como si nada, recogió la silla del desastre y se sentó triunfante. Porque para él, lo importante no era el amor… sino la victoria.