Con la llegada de septiembre, las calles comienzan a llenarse de color, pero también de historias que cruzan estados enteros. Desde municipios del Estado de México, familias enteras viajan hacia distintas ciudades del país cargando más que mercancía: traen consigo una tradición que también representa su principal fuente de ingresos.
Moños, banderas, corbatines, rehiletes y adornos en forma de chile se convierten en sustento temporal para cientos de personas que, por estas fechas, encuentran en el fervor patrio una oportunidad de trabajo.
A lo largo de la República, estos puestos ambulantes no solo decoran el entorno, sino que también reflejan un movimiento económico que nace en el centro del país y se extiende hasta el último rincón donde haya celebraciones. Aunque cada vez hay más variedad de productos, no siempre significa más ventas.
En un mercado donde lo importado compite con lo nacional, muchos compradores ya comienzan a valorar lo hecho en México, reconociendo que, detrás de cada accesorio patrio, hay manos trabajadoras que viajan lejos para ganarse la vida.
