Se abre una puerta de madera y aparece Rita Moreno con un frasco de maquillaje en su mano izquierda. Descalza, pisa el suelo helado de una casa ubicada en Ironton, una pequeña ciudad de Ohio, que alguna vez fue un epicentro de la producción de acero en Estados Unidos.
La actriz puertorriqueña, que tiene 90 años y este 11 de diciembre alcanza los 91, pasa unos días en el hogar de su representante y me recibe junto a otros dos colegas de la BBC. Con una sonrisa que me resulta inocente, nos tiende la mano y pregunta con particular interés de dónde somos.
Cuando le digo que, al igual que ella, soy de Puerto Rico, Rita no me deja terminar la frase y exclama: “¡Boricua!”.
Estoy frente a la primera mujer latina en la historia en haber ganado un Oscar, por su interpretación de Anita en el mítico musical West Side Story (1961). También es una de las pocas personas en el mundo que se identifican con el acrónimo EGOT, usado para nombrar a quienes, además de ganar la estatuilla dorada, han sido merecedores de un Grammy, Tony y Emmy.
Pero esa mañana de noviembre, en la que afuera hay una temperatura de casi tres grados, siento que saludo a alguna vecina de mi cálido Puerto Rico. A lo largo de nuestra entrevista, qué ocurre porque Moreno fue incluida en la lista de las 100 mujeres del año de la BBC, me inunda un sentimiento de cercanía que nunca me infundió otro artista que haya entrevistado en mi carrera.
Fuera de cámaras, Rita nos habló de sus preferencias políticas (estaba feliz porque el Partido Demócrata había ganado el Senado en las elecciones de medio término de EE.UU.). También me preguntó mi postura sobre el sistema político de Puerto Rico, que hoy es un territorio estadounidense sin poderes soberanos.
Y hasta soltó unas risas cuando le dije que soy de San Lorenzo, un pueblo pequeño ubicado justo al lado de Juncos, el municipio donde ella vivió de niña y cuyo alcalde se llama Papo Alejandro.
“¿Quién se llama Papo?”, dice en un tono algo burlón.
Tenía el mismo espíritu que las personas que, sin importar su estatus social o trasfondo, te encuentras en los colmados de los pequeños pueblos de Borinquen, siempre bien arregladas, regalando sonrisas pese a la dura realidad que enfrenta una isla en crisis económica, repleta de carencias y amenazada por constantes huracanes.
Y como los boricuas del territorio, pese a la alegría que muestra, la actriz afirma que no es ajena al dolor o la frustración. Luego de 70 años de carrera, se siente aún “herida” por el racismo que sufrió y que, según dice, todavía sufre en EE.UU., a donde llegó cuando tan solo era una niña de 5 años, en 1936.
“Este país me dio mucho, pero también me quitó mucho. Mi vida ha sido una batalla“, sostiene durante la entrevista.
“¿Qué le ha quitado este país?”, le pregunto.
Hace una pausa, se arregla su chaleco púrpura y contesta: “El éxito que yo creo que merezco en las artes. Sé que tengo el Oscar. Sé que tengo fama y premios, pero debería tener mucho más y eso es lo que me quitó este país”.
La respuesta podría sorprender a algunos. Tiene los reconocimientos más importantes de la industria del espectáculo en EE.UU. Ha hecho teatro, cine y televisión. Ha actuado junto a personalidades como Marlon Brando (con quien tuvo una tumultuosa relación amorosa), Morgan Freeman y Jane Fonda.
Recientemente tuvo importantes apariciones en la serie de Netflix One Day at a Time y en el remake de West Side Story dirigido por Steven Spielberg.
Pero por muchos años, le asignaban solo papeles pequeños, en los que, según describe ella misma, representaba a chicas “nativas” o “isleñas”, poco “alfabetizadas” y era obligada a hablar con un acento exagerado y a pintarse la piel con maquillaje oscuro.
Anita, de West Side Story, fue el primer papel que, de acuerdo con Rita, era el de una mujer fuerte. No obstante, después de haber ganado el Oscar, estuvo sin trabajar como actriz durante años.
Por eso hoy no esconde su resentimiento y, sin dudar, contesta cuando le cuestiono sobre qué logros aún desea tener: “Quiero todos esos papeles que tuvo Meryl Streep que no tuve porque no soy blanquita. Eso me hiere todavía a los 90 años”.
Rita vivió todo esto luego de experimentar la pobreza, y haber dejado a su padre y hermano en su pueblo natal para mudarse a una ciudad en la que era insultada en las calles solo por su origen latino.
“Tú aceptas eso [los insultos], porque era una niña. Cuando uno es pequeño todo eso se queda aquí dentro”, dice mientras se señala el corazón.
El país en el que vive, en el que ha trabajado toda su vida, en el que se casó con el médico Leonard Gordon y tuvo a su hija, ha cambiado, opina. Pero “no lo suficiente”.
“Hay lugares en E.E.UU. en los que yo todavía soy una puertorriquena sucia”, suelta Rita, una frase que me recuerda aquellos carteles que un día vi en los libros de historia en la isla, y que eran colgados en los establecimientos de EE.UU. en la época en que ella era joven. “No personas negras, no mexicanos, no puertorriqueños y tampoco perros”.
“Arroz con leche se quiere casar, con un viudita de la capital”, entonó, mientras me preguntaba si recordaba la letra, que me sabía a la perfección. Luego realizó una traducción para mis compañeros anglosajones , sin olvidar aclarar que era una melodía machista.
Esa misma energía Rita aún la lleva a los estudios de filmación. Todavía sigue trabajando. El próximo año estrena una película junto a Jane Fonda, titulada 80 for Brady, una comedia en la que cuatro amigas de más de 80 años viajan a Texas para conocer al ídolo del fútbol americano. También aparecerá en una secuela de “Rápido y Furioso” como la abuela de Vin Diesel.
Entonces pienso en cómo ha sentado las bases para que los puertorriqueños y latinos en general tengan presencia en lugares a donde nunca habían llegado por las injusticias del sistema.
Pienso en las estrellas de hoy: Jenniffer Lopez, Bad Bunny o Lin Manuel Miranda, por mencionar algunos.
Pero ella, aunque se siente orgullosa de ellos, sostiene que aún no es suficiente. No entiende por qué los latinos todavía no tienen el tiempo y espacio que se merecen en el mundo del espectáculo. Y se aventura a pensar en una razón: “Quizás es que no somos todos de un solo país”.
Le digo más adelante que yo veo su legado muy claro, que ella ha conquistado un lugar en la historia. Pero me contradice.
“Lo que me importa es este momento”.
“Estoy aquí, voy a cumplir el 11 de diciembre, tengo dos nietos que amo y son mis luceros, tengo a mi hija Fernanda Luisa. Tengo mi opinión, I own it. Ahora soy dueña de todo en esta vida”.