Los ensambladores de PC rusos lo tienen cada día más difícil. Estados Unidos a la cabeza de la alianza occidental está ejerciendo un control férreo sobre la industria de la fabricación de los semiconductores de alta integración. Su propósito es impedir el acceso de Rusia a los chips más avanzados, lo que, según el diario Kommersant, está colocando al país liderado por Vladímir Putin en una situación muy comprometida.
A finales de la semana pasada se confirmó que el Gobierno chino había decidido prohibir la exportación de sus procesadores. Con frecuencia estos dos países hacen frente común ante Occidente, por lo que esta maniobra de China resulta confusa, aunque tiene una motivación clara: al parecer el país dirigido por Xi Jinping utiliza estos chips para aplicaciones militares. Sea como sea Rusia tiene por delante un reto crucial.
Intel, AMD y NVIDIA dejaron de proporcionar sus CPU y GPU a Rusia poco después del inicio de la invasión de Ucrania. Con toda probabilidad el país de Vladímir Putin ha continuado abasteciéndose a través de canales paralelos que son mucho más difíciles de cercenar, pero es evidente que a medida que Occidente construye más barreras Rusia lo tiene más difícil.
En esta coyuntura Rusia solo tiene dos opciones: encontrar un proveedor que disponga de una tecnología de integración avanzada y no esté sometido al escrutinio de Occidente (algo que es virtualmente imposible), o bien dar respuesta a sus necesidades a través de canales paralelos. Y esta opción difícilmente podrá transformarse en su principal vía de suministro. Rusia lo tiene muy difícil.