Mientras en gran parte del mundo la Navidad se celebra entre nieve y abrigos, en Australia la historia es completamente distinta: el verano está en su punto más alto y la playa se convierte en el escenario perfecto. Familias enteras se reúnen frente al mar, armando parrilladas, jugando voleibol o disfrutando un chapuzón bajo el sol. Esta curiosa costumbre refleja el estilo de vida relajado y alegre de los australianos, que han hecho de la arena su árbol y del océano su villancico.
Esta tradición surge de la adaptación natural al clima del hemisferio sur. Durante diciembre, mientras en el norte el frío domina, en Australia las temperaturas pueden superar los 30 °C. Por eso, las costumbres heredadas de la Navidad europea —chimeneas, chocolate caliente o abrigos— fueron cambiando hasta convertirse en fiestas al aire libre, con trajes de baño, helado y muchas risas.
Así, la Navidad en Australia no pierde su esencia, solo cambia de escenario. Entre olas, música y sonrisas, esta fecha demuestra que el espíritu navideño no depende del clima, sino del corazón de quienes la viven.