La llegada de la inteligencia artificial a la vida escolar ha cambiado por completo la forma en que muchos estudiantes realizan sus tareas. Lo que antes requería análisis, lectura y horas de trabajo hoy puede resolverse en segundos con una herramienta digital, generando la ilusión de aprendizaje sin realizar el proceso real. Esta dependencia creciente ha encendido alarmas entre docentes y especialistas, quienes observan cómo el uso excesivo de la IA reduce la motivación por investigar y reflexionar por cuenta propia.
Además de disminuir el esfuerzo, esta práctica trae consecuencias profundas: habilidades como el pensamiento crítico, la comprensión lectora o la resolución autónoma de problemas comienzan a debilitarse cuando la tecnología entrega respuestas sin exigir razonamiento. Sumado a ello, las herramientas de IA no siempre son precisas y pueden presentar errores o sesgos, lo que provoca que muchos estudiantes acepten información equivocada sin cuestionarla, reforzando una formación superficial y poco sólida.
Frente a este panorama, expertos señalan la necesidad de promover un uso responsable y consciente de la inteligencia artificial, donde se vea como una aliada del aprendizaje y no como un sustituto del esfuerzo personal. Lograr ese equilibrio permitirá que los estudiantes sigan desarrollando sus capacidades reales, al tiempo que aprovechan las ventajas de la tecnología sin depender completamente de ella.
