La idea de que los juguetes infantiles incorporen inteligencia artificial —peluches que conversan, robots que responden y muñecos que “entienden” al niño— suena atractiva: diversión, aprendizaje e interacción como nunca antes. Pero lo que muchos desconocen es que detrás de esos juguetes inteligentes comienza a surgir una serie de problemas serios que ya están encendiendo alertas entre psicólogos, defensores de la infancia y expertos en seguridad digital.
Por un lado, el riesgo de contenido inapropiado es real y documentado: hay casos en que juguetes con IA han mantenido conversaciones con niños sobre temas sensibles —incluso sexuales o peligrosos—, algo completamente inadecuado para su edad. Además, la privacidad está expuesta: muchos de estos juguetes usan micrófonos, cámaras o conexión a internet, lo que permite grabar voces, recolectar datos personales y enviarlos a servidores externos sin que los padres tengan pleno control o conocimiento de lo que ocurre.
Y por si fuera poco, al sustituir el juego tradicional —ese que impulsa la imaginación, la creatividad y la socialización— por interacciones automatizadas, se corre el riesgo de afectar el desarrollo emocional y social del niño. Expertos advierten que depender de un juguete “inteligente” puede limitar la capacidad de los pequeños para crear, imaginar, relacionarse de verdad con otros niños y desarrollar empatía.
