A tan sólo nueve kilómetros de Morelia, entre caminos de tierra y un clima árido, se encuentra San Nicolás Obispo, una de las tenencias más antiguas del municipio, con cerca de 450 años de historia. Este pequeño rincón es reconocido como la cuna del molcajete en el estado, donde la tradición artesanal late con fuerza generación tras generación.
En la comunidad, más de 80 artesanos dedican su vida a la creación de estas piezas emblemáticas. Víctor Arias, molcajetero desde hace más de una década, relata cómo este oficio ancestral es el corazón económico de la tenencia. Su jornada comienza al amanecer, cuando se dirige, en compañía de caballos y mulas, a las faldas del Cerro del Águila para recolectar la piedra volcánica que da vida a los molcajetes y otros productos únicos.
A pesar de que no siempre alcanzan la meta de ventas semanales, la rutina no cambia: un recorrido de casi hora y media hasta la cantera, donde Víctor se cruza con otros artesanos como Lázaro Pérez, con más de 20 años en el oficio. Lázaro recuerda que durante mucho tiempo su única preocupación era el clima, pero desde hace meses enfrenta un nuevo desafío: las complicaciones que derivan de la construcción del segundo anillo periférico, lo que afecta la producción.
Lázaro y otros artesanos que transitan diariamente por la zona lamentan que su actividad artesanal se obstaculice, pese a las peticiones reiteradas. Son más de 20 familias que dependen de la elaboración de molcajetes. Aunque no se oponen a la obra, exigen garantías para seguir continuar con su trabajo, ya que los contratiempos actuales generan pérdidas económicas importantes.
Con firmeza, los artesanos insisten en mantener el diálogo con las autoridades estatales para resolver la situación. De no encontrar eco en sus demandas, buscarán llegar hasta la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum Pardo, en quien confían gracias a su historial de apoyo hacia el sector artesanal.