En un acto cargado de simbolismo y sensibilidad, autoridades religiosas retomaron las reuniones de obispos en la frontera entre Guatemala y México, en la llamada curva del migrante, se reunieron para rendir homenaje a cerca de 60 migrantes que perdieron la vida en condiciones inhumanas en este trágico accidente.
La ceremonia reunió a parte de feligreses de la colonia el Refugio, en dónde llegaron con una cruz que representaba a cada vida de migrante fallecido. Recordando la tragedia de personas transportadas de manera masiva e insegura, víctimas de un sistema marcado por la marginación, la pobreza y la violencia estructural.
Durante el evento, se hizo un llamado a reflexionar sobre las causas profundas de la migración forzada, muchas veces vinculadas a la desigualdad y la concentración de riqueza en manos de unos pocos. Se destacó que los migrantes no abandonan sus hogares por elección, sino por necesidad, y que al hacerlo se enfrentan a múltiples abusos, entre ellos, la posibilidad de perder la vida en el camino.
Se denunció que estas medidas agravan el sufrimiento de familias enteras, incluyendo mujeres y niños, y se hizo un llamado a una mayor solidaridad y justicia social. La jornada concluyó con un mensaje de esperanza y responsabilidad compartida, apelando al compromiso conjunto de la sociedad y los gobiernos en la redistribución equitativa de los recursos.
